Testamento
de Florencio
León, 10 abril 2017
Queridos amigos, compañeros y hermanos en Don Bosco:
Amigos:
Desde abril de 1980, que me elegisteis Presidente
Regional en Astudillo os he considerado siempre amigos de nuestra gran familia
de Don Bosco.
Compañeros:
Os llamo compañeros porque las metas, objetivos,
planificaciones y actividades, han tenido y tienen en común, el que seguimos
las directrices y proyectos de Don Bosco, de los salesianos y de toda la vida
que tienen nuestras Asociaciones. En ese cuerpo que es la Iglesia, la Familia
Salesiana y los antiguos alumnos en particular, tenemos que irradiar el carisma
de Don Bosco en la iglesia y en la sociedad.
Hermanos:
Cada uno de nosotros somos “antiguos alumnos de Don
Bosco”. Cuando a Don Bosco le preguntaron cómo quería que le llamaran los
jóvenes, contestó: “llamadme, padre”. Nosotros tenemos a Don Bosco como padre y
todos nosotros somos hermanos. ¡Qué hermoso es todo esto!
Quiero también comunicaros que desde que estoy aquí en
León, 6 de febrero de 2017, estoy viviendo y experimentando la unión, la
comunión y la fraternidad entre todos los que formamos esta comunidad.
Cuando la médica, doctora Amor, me preguntó:
“¿Cómo es que al final de su vida quiere retirarse a vivir en un “claustro”,
como estos salesianos? Yo le contesté que quería hacer como Don Bosco,
“quedarme con él”, en su casa. Ella me dijo: “Que no conocía su vida”. A
continuación, D. Eusebio le regaló un libro de Don Bosco.
Mis últimos recuerdos:
Vine a buscar paz y encontré sosiego.
Vine a buscar espiritualidad y encontré santidad.
Quise hacerme santo y me siento una sombra al lado de
la santidad que se respira aquí.
Vine a buscar a Don Bosco y encontré aquí su
santuario.
Quise vivir con María Auxiliadora y hasta el altar de
la capilla se ha reformado.
Vine para encontrar algo de santidad y hallé una
autopista para llegar más fácilmente al cielo, porque he experimentado que cada
salesiano es el camino que Don Bosco nos ha puesto a cada uno.
Aquí me encuentro, en la primera fila, esperando la
llamada del Señor junto a María Auxiliadora. Ellos nos han ayudado a todos a
“ser buenos cristianos y honrados ciudadanos”.
Os tengo a todos en el corazón; y si llego antes que
vosotros al cielo le diré vuestros nombres y la de vuestras asociaciones
respectivas; os tengo y os llevo en el corazón.
Os espero en el paraíso.
Florencio
Carta
adiós a Florencio su amigo Paco Celador
Adiós a un salesiano de cuerpo entero
Amigo
Florencio: Ya lo conseguiste. Cuando siendo un joven aspirante a formar parte
de la congregación salesiana, te llamó el Director a su despacho para
comunicarte que sería mejor para ti abandonar la congregación a esa edad e
iniciar otro camino para hacer realidad tus sueños, se te vino el mundo encima.
Lo pasaste tan mal que no querías salir de casa; más que nada, para no tener
que dar las explicaciones que alguno, tal vez, no entendería. Era tal tu
abatimiento que te costó grandes esfuerzos empezar de nuevo. En esos momentos,
tú no sabías que María Auxiliadora y Don Bosco tenían reservada para ti otra
maravillosa misión. Para ser salesiano no es imprescindible el uniforme; lo
verdaderamente importante está dentro, y eso te lo vio muy pronto Don Bosco.
Acabaste tus estudios y encontraste la compañera ideal. Junto a tu querida
Tita, quiso Don Bosco que se cruzaran en tu camino otros enamorados de su obra,
salidos del colegio de Astudillo, y que, como tú, no se resignaban a vivir en
Palencia sin el calor de una casa salesiana y, sobre todo, sin el amparo del
manto de María Auxiliadora, y el amor y los consejos de Don Bosco.
Desde
ese momento, hace casi sesenta años, comprendiste muy claramente lo que
querías, y te lanzaste de lleno. No era, ni mucho menos, tarea fácil. Te
propusiste crear en Palencia algo que la congregación salesiana no tiene en
ningún lugar del mundo: una casa salesiana en una ciudad en la que nunca
existió un colegio salesiano. Desde el primer momento lo tuviste muy claro. Si,
para ser Antiguo Alumno de Don Bosco, los estatutos de la congregación ponen
como condición haber pasado por una casa salesiana, amar a María Auxiliadora,
comulgar con el carisma salesiano y admirar la figura de Don Bosco, ¿por qué no
crear esa casa en Palencia y encargar a unos entusiastas Antiguos Alumnos de
proclamar, con su ejemplo y su amor a Don Bosco y María Auxiliadora, la alegría
de formar parte de la familia salesiana? Llevaste tus inquietudes a las más
altas esferas de la congregación, hasta que lo conseguiste. No podía ser de
otra manera. Te sobraba entusiasmo, pero, al mismo tiempo, tu disposición para
entregarte a los demás, hizo que nunca dijeras “No” a la hora de la
responsabilidad. Además de ese “milagro palentino”, te involucraste en
compromisos mundiales, nacionales, regionales y locales. Todo eso, Florencio, lo
estaba viendo Don Bosco en el despacho del director del aspirantado; y quería
que tu trabajo fuera de salesiano laico. Cuando te diste cuenta, nadie pudo
pararte. A mitad del camino, Dios quiso probarte con la enfermedad de Tita. Nos
consta lo mucho que la echaste de menos porque, en el amor a la obra de Don
Bosco, también erais dos almas gemelas. Pero e l dolor por su pérdida, lejos de
hundirte, sirvió para que prosiguieras tus anhelos aún con más fuerzas. Hoy
puedes sentirte orgulloso de ser responsable del inmenso amor que despiertan en
Palencia María Auxiliadora y Don Bosco; de esa hermosa casa salesiana que, bajo
el nombre de Centro Don Bosco, se ha convertido en el segundo hogar de ciento
cincuenta familias palentinas. Y, como no, de la Peregrinación que cada 1º de
Mayo une Palencia y Villamuriel por medio del amor a María Auxiliadora. Sólo
María Auxiliadora y tú sabéis lo que has empleado en esfuerzo y ayudas por tu
querido Centro. Como fiel seguidor del ejemplo de Don Bosco, pronto aprendiste
la fórmula mágica que él empleó, y que quisiste inculcar en tus directos
colaboradores: entrega total a la obra y confianza ciega en María Auxiliadora.
De
nuevo quiso el Señor someterte a una durísima prueba. Una muy seria enfermedad
degenerativa –que tú conociste desde el primer día- ha ido mermando tus
fuerzas, que no tus facultades. Viendo cercano tu final, quisiste volver a tus
orígenes. Aún te dio tiempo a poner en orden las cosas de aquí abajo –hasta
última hora preocupado por los demás-; pero, sobre todo, en palabras tuyas,
buscabas una autopista hacia el cielo. Como ves, Florencio, el mismo Don Bosco
que en Arévalo separó tu vida de la Congregación, es el que, cuando vio que le
necesitabas, quiso que volvieras a ella para siempre. El poco tiempo que has compartido
casa con los hermanos salesianos ha sido suficiente para comprobar que, una vez
más, Don Bosco acertó contigo. Quería que fueras su embajador en Palencia, y tú
lo cumpliste a rajatabla, entregado como siempre a los demás. Muchas gracias,
Florencio. Te despediste de todos diciéndonos que nos esperas al lado de María
Auxiliadora. Pídela su amparo para todos y hasta siempre, hermano.
F.
López Celador
Carta
amigo Florencio de Lourdes y Fredo
La muerte de un ser
querido FLORENCIO es una de
las penas más difíciles que embargan a los seres humanos, quienes quedan
devastados por la pérdida y tratan de buscar refugio y consuelo con seres
queridos.
Florencio está con el PADRE y MARÍA AUXILIADORA Y DON BOSCO.
Me gustaría poder decir
que uno no se acostumbra a ver morir a la gente. Yo nunca lo hice. No quiero. Se rasga un agujero en mí cada vez que alguien que quiero muere,
sin importar las circunstancias. Pero yo no quiero que “no importe”. Yo no
quiero que sea algo que simplemente pasa. Mis cicatrices son un testimonio del
amor y la relación que tenía con Florencio.
Entre sollozos y lamentos, la voz me
informaba que mi mejor amigo, mi compañero de jornada, mi hombro camarada,
había fallecido
Recuerdo y caminado a pasos lentos hacia
mi refugio particular... Las imágenes de Florencio llegaron casi que
instantáneamente a mi mente...
No todo el mundo vive el duelo por la muerte
de un ser querido de la misma forma. Mientras algunas personas lo superan con
el paso del tiempo, para otras resulta imposible y se convierte en una sombra
que los acompaña sin salida, gracias al registro de imágenes de la actividad de
Florencio en la Familia Salesiana de Palencia.
Lourdes y Fredo
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